De manera insistente los editorialistas de la prensa conservadora han venido manejando que la resistencia civil dirigida por Andrés Manuel López Obrador en contra del fraude electoral del pasado 2 de julio terminó afectando al PRD, al movimiento democrático y al propio López Obrador. Dicen con un tono que llega a ser hasta paternal, que la resistencia fue un "error", y muy preocupados por el futuro de la izquierda afirman que se dilapidó su capital político. Este análisis es doloso y mañoso, pero sobre todo, equivocado.
Por supuesto que hay costos. Toda resistencia genera costos. Y dichos costos son amplificados por medios de comunicación y por adversarios políticos. Por supuesto que se generaron molestias por el plantón, y también es cierto que la campaña negativa de la derecha intimidó a algunos y confundió a otros más. Es lógico que esto tenga repercusiones en diversos ámbitos. Sí habrá costo, pero sin duda será el costo menor.
¿Habrá electores que se enojarán con el PRD porque no les gustó el plantón o la toma de la tribuna el primero de septiembre de 2006? Es posible, es probable. ¿Muchos panistas confirmarán sus prejuicios ante el PRD después de todo el episodio de resistencia civil? Tal vez.
Sin embargo, lo peor hubiera sido la ausencia de resistencia. No existe el escenario que plantean los editorialistas de la derecha. No es cierto que el 2 de julio por la noche Andrés Manuel López Obrador podía dirigirse a sus electores diciéndoles: "Perdimos, váyanse a sus casas". De todas maneras las evidencias del fraude, las manipulaciones del IFE y el mugrero de la elección habrían aparecido. Y resignarse, cruzarse de brazos, aceptar los resultados adulterados, desmovilizar a la gente habría significado, eso sí, tirar por la borda muchos años de construcción política. Dejar de luchar, avalar el fraude, hubiera tenido como consecuencia, ya no digamos dilapidar el capital político, sino destruirlo por completo.
No es cierto que López Obrador podría haber salido a la televisión a reconocer a otro como ganador, y que después de ello los medios se volcarían en elogios a su persona, a su "madurez", a su responsabilidad, etcétera. Falso, ellos mismos se encargarían de correr las versiones de que había traicionado a su movimiento. No es cierto que los resultados fraudulentos del 2 de julio podían ser aceptados tranquilamente por el PRD, y después éste se presentaría tan campante a la siguiente elección para obtener millones de votos más. La gente le hubiera cobrado la indolencia y la pasividad. No es cierto que la resistencia civil cobre costos políticos que sean irreparables, pues entonces Vicente Fox no hubiera llegado a ser gobernador y luego presidente de la República después de haber tomado el aeropuerto de Guanajuato, cerrado carreteras y puentes internacionales.
En 1988, aun con las movilizaciones que se dieron después del 6 de julio de aquel año, quedó la sensación de que se podía ir todavía más lejos. Pero no hubo entonces ni plantón ni grito alternativo ni boicot a empresas ni convención nacional democrática ni gobierno legítimo ni toma de la tribuna. Aun así la derecha histérica se lanzó durante años en contra del ingeniero Cárdenas y del PRD, estigmatizándolos como intransigentes y violentos, a pesar de la mesura de la lucha poselectoral. En aquel entonces, el PRD perdió el llamado voto blando de aquellos que se asustaron con la campaña mediática, pero también, lo que es peor, perdió el voto duro de muchos que consideraron que la defensa del voto no llegó hasta el final. En 1991 el PRD sólo tuvo 8 por ciento de los votos a nivel nacional, y 12 por ciento en el Distrito Federal.
Lo que cobra costos irreparables es quedarse callado, pasivo, frente a la injusticia y el atropello. El que admite que lo pisoteen y mira pasivamente cómo abusan de los demás, no tiene autoridad moral para encabezar ninguna lucha. La resistencia civil de 2006 no fue solamente exitosa, sino además imprescindible para poder seguir luchando, necesaria para tener cara con la cual volver a pedir el voto ciudadano, indispensable para erradicar el fraude y la burla electoral, importantísima para impedir que vuelva a suceder. Además, formidable como escuela ciudadana. Y por otro lado, fundamental para evitar que la indignación y la protesta tomaran los cauces de la violencia o del desbordamiento. Con toda certidumbre podemos decir que de no haberse dado la gran resistencia civil de 2006, el movimiento democrático, el PRD, sus aliados y los líderes de la coalición habrían pagado entonces sí un costo altísimo, y la gente les habría dado la espalda por mucho tiempo, tal vez otros 18 años más.
Ahora debe seguir la resistencia en nuevas condiciones, fortaleciendo el gobierno legítimo de Andrés Manuel López Obrador, rechazando la foto con Felipe Calderón, continuando abajo el boicot a los financiadores del fraude y de la guerra sucia, pero también buscando el convencimiento para el rencuentro del PRD con sectores de la sociedad que fueron afectados por la campaña de mentiras de los medios y de la derecha.
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