Federico Arreola/Columnas SDP.
Ayer escribí algunas razones por las que yo no apoyaría a Marcelo Ebrard Casaubón como candidato presidencial de la izquierda mexicana en 2012.
Son razones son más clínicas que políticas. La manera en que el grupo de Manuel Camacho, encabezado por Alejandra Moreno Toscano y Marcelo Ebrard, acosó a Luis Donaldo Colosio en 1994 fue criminalmente enfermiza. ¿Qué hizo Colosio para merecer eso? Nada más, ganarles en la lucha por la candidatura presidencial del PRI. Ante la derrota, la reacción de Camacho, Ebrard, Moreno Toscano y otros no fue la de políticos dignos, sino la de un grupo salido del peor manicomio.
En su momento se supo que, días antes de que asesinaran a Donaldo en Lomas Taurinas, Manuel Camacho y su gente se reunieron en el departamento de Arturo González Cosío para “diseñar” estrategias que lograran que Carlos Salinas diera marcha atrás en su decisión de haber dado la candidatura del PRI a Colosio.
Su estrategia fue aislar a Colosio de los dirigentes del PRI. Mientras que Luis Donaldo navegaba solo por el país en una campaña electoral acosada desde Los Pinos, Fernando Ortíz Arana y su consejero áulico José Antonio González Fernández hacían política anti-colosista en las oficinas centrales del Revolucionario Institucional en la Ciudad de México.
Esa era parte de la tarea que tenían que cumplir para obligar a Salinas a sustituir a Colosio por Manuel Camacho. Y en ese diseño estratégico Ebrard jugó un papel de primer orden.
Camacho se había “habilitado” constitucionalmente para ser candidato presidencial cuando presionó a Salinas para que lo designara pacificador en Chiapas, renunciando a Relaciones Exteriores, sin cobrar formalmente cantidad alguna del erario.
El ambiente se enrareció cada día más en aquellos días, muy parecidos a los actuales por cierto. Desgraciadamente mucho muy parecidos.
Salinas convocó a una comida a la clase priista. Y únicamente les dijo a sus oyentes: “No se hagan bolas, el candidato es Colosio”. Pero nunca paró a Camacho y a Ebrard. Nunca les pidió que fortalecieran a Colosio y menos condenó la persecución de los camachistas sobre el sonorense que propició la descomposición política que lo victimó en Tijuana el 23 de marzo de aquel 1994.
El candidato del PRI era Colosio, decían Alejandra Moreno y Marcelo Ebrard. Pero no es el de la sociedad civil ni el de Salinas. Según ellos, el candidato de la sociedad y el de Carlos Salinas, era Manuel Camacho.
Ellos, Camacho, Ebrard, Moreno Toscano, habían elaborado un proyecto desde la caída del sistema de 1988 que dejó en tesitura de duda el triunfo de Salinas sobre el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Ese proyecto era el de que Manuel Camacho sucediera a Carlos Salinas de Gortari en la presidencia de México.
Arrogantes, Camacho, Ebrard y Moreno Toscadno veían en ese proyecto, la reivindicación modernizadora de México.
Actualmente, esa perversidad política sigue vigente, ya no con Manuel Camacho como líder, sino con Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno del Distrito Federal que está decidido a arrebatar la candidatura presidencial de la izquierda a Andrés Manuel López Obrador contando, para ello, con la ayuda de las televisoras, de los chuchos del PRD, de los grandes empresarios y hasta de Felipe Calderón.
No podrán con Andrés Manuel como no pudieron con Luis Donaldo. Al menos no por las buenas…
Si el proyecto aquel que tanto perjudicó a Colosio sigue vigente, ya no con los colores priistas, sino con los de la “izquierda”, vigentes están también los más cercanos y perversos promotores de su eventual candidatura presidencial, a saber: Manuel Camacho, Oscar Argüelles (manejaba la prensa en Chiapas cuando el alzamiento zapatista), entre otros que tratan de permanecer encubiertos por no querer romper abiertamente con Andrés Manuel López Obrador.
Por esas razones escribí ayer mi preocupación por la operación que realiza Marcelo Ebrard para ser candidato a la presidencia, algo que no logrará, insisto, por las buenas, como no lo logró en 1994 su jefe de aquel tiempo, Manuel Camacho.
Y más tardé en redactar mi columna de ayer que Marcelo en enseñar toda su perversidad.
Dijo que México será un país de coaliciones a partir del 2012. Encabezadas por él, según su sueño loco invariablemente compartido con Manuel Camacho. Ese sueño, en 1994 se convirtió en una terrible pesadilla para los mexicanos.
Por eso, porque no debemos olvidar la tragedia de 1994, los mexicanos debemos hacer todo lo que podamos para rechazar la psicopatía de perversidad política pura de Ebrard y Camacho, que sueñan con que el primero sea jefe de estado y el segundo jefe de gobierno como líder en las cámaras de la coalición que, ellos sueñan y sueñan, lleve a Marcelo a ganar las elecciones de 2012.
¿Ingenuidad de Marcelo Ebrard y Manuel Camacho? No lo creo. Más bien se trata de una repetición de la perversidad política que ellos mostraron cuando persiguieron a Luis Donaldo Colosio hasta horas antes de la muerte del sonorense. Porque, qué carajo, iluminados sabrá dios por qué espíritus agoreros, Camacho (y con él Ebrard) un día antes del magnicidio declararon que querían hacer las paces con Donaldo. Qué casualidad.
Ahora los blancos en la mira tienen esos tiradores políticos apellidados Camacho y Ebrard son Andrés Manuel López Obrador y MORENA.
Yo lo denuncio porque es mi deber. Sé que a AMLO le disgustan mis críticas a Ebrard porque lo considera su amigo y su aliado. Ni modo. Si Andrés Manuel no me entiende, lo siento mucho. Ni soy empleado del tabasqueño (no lo seré nunca) ni me comprometí, cuando decidí apoyarlo, a un voto de obediencia.
Y la unidad de la izquierda, desde luego, no es un valor para mí. Mucho menos un valor absoluto. En primer lugar, no soy de izquierda. En segundo, ¿unidad con Camacho, Ebrard, los chuchos? Por favor.
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Notas relacionadas:
Si Ebrard fuera candidato, no lo apoyaría (Federico Arreola/Columnas SDP).
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Por esto y mucho mas es un honor estar con Obrador y luchar por la nación.
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