jueves, 23 de agosto de 2012

Los panistas son de otro país

Pedro Salmerón/El Buzón.
@salme_villista

Los panistas vienen de otro país. Un país donde Iturbide es el padre de la patria y donde los curas y militares que lo acompañaban, los equivalentes de los padres fundadores. Un país en el que los únicos proyectos constructivos en el siglo XIX fueron los de Lucas Alamán y Porfirio Díaz y en el que Juárez fue un traidor a la patria y los liberales, vendidos a los gringos, trataron de imponer ideas exóticas y ajenas a nuestra idiosincrasia como la de la soberanía popular y la democracia universal que, afortunadamente, Díaz pudo dejar en letra muerta.

A los panistas aún les duelen el cerro de las Campanas y el Ypiranga (en sus dos versiones: cuando se llevó a Díaz a morir de demencia senil; y cuando se llevo a Huerta a morir de cirrosis); todavía tienen pesadillas con las hordas villistas expropiando haciendas y las hordas zapatistas repartiendo tierras. Todavía odian a Cárdenas y siguen diciendo que el General “repartió la tierra que no era suya” y “arruinó el campo”.

Para los panistas, “los indios son flojos”, los campesinos “no saben trabajar”, el populacho necesita una dirección enérgica y mano dura. Para los panistas, ser mexicano es ser católico, en la acepción del arzobispo (cualquiera: lo mismo da Pelagio Antonio de Labastida que Norberto Rivera) y prefieren canonizar a los “mártires” cristeros (nomás les falta León Toral) que a los Bartolomé de las casas o los Vasco de Quiroga.

Para los panistas, el país lleva el rumbo correcto: el “presidente” conduce con valor ejemplar una guerra “justa” y corrige el rumbo económico y social de la nación. Por fin ha terminado de abandonar los absurdos esquemas que priorizan la educación pública y el Estado laico y quieren que, por lo pronto, sumemos seis a los doce años que llevamos.

Y los priístas de hoy están igual o peor: han traicionado lo bueno que alguna vez tuvieron, han vuelto totalmente la espalda a Juárez y a Zapata y hoy dicen –los he oído- igual que los panistas, que los indios son flojos y que en este país hacen falta palo largo y mano dura. Hoy reforman el artículo 24 al gusto del arzobispo-cardenal y a Pemex a gusto de los panistas –y del imperio-. Hoy, nos quieren imponer a un presidente que estudió (es un decir) en lo peor de la tradición panista (la universidad del Opuss Dei) y comparte con ellos su desprecio por la mujer, su odio por lo distinto, su anhelo por un México “homogéneo” y atado al furgón estadounidense…

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Notas relacionadas:
Falsificadores de la Historia de México III (El Buzón).

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