Martí Batres Guadarrama
25 de abril de 2008
Labastida, el privatizador
Mientras algunos miembros de su partido se oponen activamente con argumentos sólidos a la privatización del petróleo mexicano, uno de los más activos promotores de la medida que impulsa Calderón para permitir inversión privada en Petróleo Mexicanos es ni más ni menos que Francisco Labastida Ochoa. Este personaje trata de hacerse más notorio, más entreguista que los propios legisladores panistas. Está resultando más papista que el Papa.
El afán que ha puesto en ello no deja de llamar la atención. Cualquiera se preguntaría qué mueve al priísta a jugar este papel de esquirolaje. Está claro el compromiso que tiene el gobierno federal con Estados Unidos y algunos organismos internacionales, además de consentir los negocios personales de familias como los Mouriño, los Sojo, los Bueno Torio y las de otros panistas de “buena cuna”.
Pero, ¿qué gana Labastida Ochoa avalando la privatización de Pemex? La postura del también ex gobernador de Sinaloa tiene su origen en el famoso Pemexgate.
Labastida Ochoa, como candidato a la Presidencia por el PRI en el año 2000, fue el principal beneficiario del desvío de más de mil 500 millones de pesos de las finanzas de Pemex hacia su malograda campaña electoral.
Como se sabe, ese gigantesco atraco a las arcas de la nación, fuera del ruido mediático, no tuvo consecuencias legales ni castigo penal alguno para ninguno de los involucrados, todos ellos ampliamente conocidos: Carlos Romero Deschamps, Ricardo Aldana, Rogelio Montemayor y un cúmulo de colaboradores cercanos de Labastida en su campaña.
¿Por qué ninguno de ellos recibió o ha recibido castigo por su comportamiento delictuoso? Pese a las consecuencias, el gobierno del PAN decidió no sancionar a las principales cabezas del Pemexgate a cambio de obtener su apoyo —muchas veces incondicional— para aprobar una serie de reformas, entre ellas la energética.
Esto confirma que reforma energética es igual a corrupción. El costo de aprobarla conlleva el aval del gobierno para preservar las prácticas ilegales al interior de la paraestatal y cerrar los ojos para no impedir los jugosos negocios en los que participan colaboradores cercanos a Calderón. En fin, para proteger a los corruptos e incorporar a los privados en el negocio.
Por eso Francisco Labastida Ochoa es el privatizador, porque aún tiene que pagar la factura de su impunidad. (enlace a nota)