Los "superhombres"
Rosario Ibarra
20 de marzo de 2007 / Enlace a nota
En las mañanitas frescas que anteceden a la entrada de la primavera, suelen avasallarme los recuerdos de tiempos que se fueron y se llevaron mi alegría, mi dicha, mi felicidad.
Siempre me pasa lo mismo cuando estoy en Monterrey, en esta tierra dura y difícil en la que muchos creen que vi la luz primera porque en ella crecí, pero en la que me tocó percibir en toda su horrible fealdad el rostro de la represión y con él vivir los días más oscuros de mi existencia.
Muchos años han pasado, ¡ya casi 32!, desde aquel 18 de abril que se llevaron a mi hijo las fuerzas ilegales del "mal gobierno", que se solazaba en "coleccionar" espíritus rebeldes en campos militares, en bases navales y en cuanto recinto sirviera de cárcel clandestina con su cámara de tortura "integrada" y su equipo sádico de "patriotas", hoy libres, exonerados de toda culpa o defendidos con orgullo por doctos juristas que fueron cómplices o anduvieron cerca de serlo por el incumplimiento de la ley que fue siempre su divisa.
Parece hoy que el tiempo no pasa. Sin remontarme muchos años, se yergue en mi memoria la imagen dura de Díaz Ordaz, con toda la fatuidad que lo envolvía. Gesto hosco, mirada iracunda, palabra hostil. Caracteres distintivos de quien se siente un "superhombre".
Mi mente se llenó luego con la figura de Echeverría, el megalómano por excelencia, el prepotente, el que hizo del absolutismo su bandera, el que creía que gritar era sinónimo de saber, el hipócrita que emulaba a los sátrapas a la vez que criticaba sus acciones, el aprendiz de basilisco que pretendía matar con la mirada, el solitario de su "universidad del tercer mundo". ¡Pobre! Pobre, sí, pobre sobreviviente de un sistema que el pueblo califica de perverso.
Después se aposentó en mi memoria "el señor feudal", el que entró entre fanfarrias y discursos sobre la opulencia que nos aguardaba y se fue llorando entre hipos y reclamos. Descanse en paz.
Luego el que pasó sin pena ni gloria, pero que fue igualmente responsable de los desmanes de las "fuerzas armadas" y de las policías ilegales (el hombre gris).
El fraude del 88 colocó en la Presidencia a uno de los más siniestros personajes de los tiempos modernos, del que no es necesario hacer descripciones, porque su sevicia se actualiza y el pueblo la tiene presente porque ha sido víctima principal.
Llegó el que se hacía el tonto, mostrando sus bolsillos sin cash y recomendándonos llamar a "Locatel" para buscar a nuestros desaparecidos. Le tocó la "transición" y le entregó la banda (en todas sus acepciones) al señor de piernas largas e ideas cortas.
Éste, de apellido de animal listo, no le hizo honor jamás y el "cambio", que era su eterno pregón, jamás llegó tampoco.
Un nuevo y gigantesco fraude impuso al "espurio", que así llaman al nuevo titular del poder. Sí, del poder que no puede ser ejercido sin estar rodeado de ropas verde olivo.
¡Qué va! Que no puede dar un paso sin que caminen a su lado generales y soldados armados hasta los dientes. Que lo "cuidan" hasta los bomberos, como sucedió hace poco en esta ciudad, durante una visita relámpago al "tecnológico".
Los vecinos de las colonias aledañas estaban aterrados, igual que en los peores tiempos del echeverrismo. Nada ha cambiado, todo sigue igual y son lo mismo, el "pinto" que el "colorado". y son iguales los de mero arriba que unos escalones más abajo, como sucedió con el de triste memoria en Guadalajara y con el actual de Oaxaca. todos semejantes.
¿A quién culpar? Hay dos complicidades. Una, el "endiosamiento" hecho costumbre por los encaramados en el poder y la "docilidad" de la masa conformista, crédula siempre, medrosa, que "glorifica" la mentira oficial, en un convenio tácito con la mentira en la que cree o finge creer y que convierte a cualquier mediocre en parte de los "superhombres".
Dirigente del Comité ¡Eureka!
Por esto y mucho mas es un honor estar con Obrador.